“Los zapotecos somos pasto de antropólogos”: Javier Castellanos

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María Elisa Ruiz Hernández

 Las políticas gubernamentales para rescatar las lenguas indígenas han fracasado porque ni el gobierno, ni sus hablantes, tienen ningún interés en ellas, sostiene el poeta y narrador zapoteca Javier Castellanos (Santo Domingo Yojovi, 1951).

Galardonado en 2013 con el Premio de Literaturas Indígenas de América, el poeta y narrador nacido en el municipio de San Andrés Solaga, en la Sierra Norte, cuestiona en entrevista desde su propio premio, hasta la indolencia de sus paisanos.

“El gobierno y algunas instituciones insisten en hacer leyes para proteger y difundir las lenguas indígenas, y crean decretos, centros, institutos, becas, libros, premios, y quien ve esto dice, se está trabajando, pero no ha servido de nada”, afirma.

Por otra parte, agrega: “Los pueblos indígenas ya no creen ni en los proyectos del gobierno ni en sus propias lenguas; no se han apropiado de ninguna iniciativa oficial, no les interesa, así que el trabajo del gobierno y los intelectuales sólo sirve para la historia y para el archivo”.

Entrevistado en la cafetería del Centro Cultural San Pablo, donde también se imparten cursos de lenguas indígenas, el escritor que invariablemente usa huaraches, remata su crítica al gobierno:

“El gobierno tampoco se ha tomado tan en serio su trabajo en pro de las lenguas indígenas, de repente  yo siento que sólo trata de justificar que está haciendo algo porque si de verdad les interesara ya se estaría enseñando a los niños a leer y escribir en su lengua en las escuelas”.

Formalizar la enseñanza en lengua indígena en la educación básica, subraya, sería lo único que verdaderamente ayudaría a conservar las lenguas indígenas en México.

Expone que de acuerdo con censos recientes, en Oaxaca existen 400 mil hablantes del zapoteco, en sus 62 variantes.

Se asume que en la capital del estado habitan 20 mil zapotecos, “pero en la ciudad sólo hablan español; el zapoteco no lo practican porque no hay espacios, en todos lados deben hablar español”.

En Juchitán, señala, se presume que había 80 mil hablantes de zapoteco, pero ahora se dice que sólo quedan 40 mil, “y eso que allá existen poetas, cantantes, traductores que escriben en zapoteco, y es una lengua de uso corriente en todos lados”.

Y luego, viene la autocrítica a los zapotequistas: “Cada pueblo zapoteco cree que es el motor del mundo, el de Yojovi piensa que es el mejor y que Tabá el más feo. Somos demasiado individualistas,  no hemos podido ponernos de acuerdo para unificar siquiera la escritura del zapoteco”.

Qué lejos están los zapotequistas, dice, del pueblo hebreo, cuya lengua murió en el siglo IV después de Cristo, y luego resucitó en el siglo XIX cuando los sionistas se propusieron su rescate.

Aclara que en el rescate del hebreo fue fundamental que el idioma permaneciera escrito, algo que no ocurre hoy en día con ninguna lengua indígena de América.

Recuerda que en el acto en que recibió el Premio de Literaturas Indígenas de América, el 5 de diciembre de 2013,  durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, estuvieron los mejores poetas indígenas de México.

“Fue impresionante, la FIL es gigantesca, pero nuestra situación fue la misma, ekl auditorio estaba semivacío. Estuvieron Natalia Toledo, Juan Gregorio Regino, otras dos poetas mayas excelentes, los mejores poetas indígenas de México. O no les gusta la poesía, o no les gustamos los indígenas”.

En México no hay bibliotecas en lenguas indígenas. “Yo he regalado algunos de mis libros a las bibliotecas públicas y cuando regreso a buscar alguno, no lo encuentro, no sé si se los roban, los esconden o qué pasa”.

 “Los zapotecos somos pasto de antropólogo”, solamente eso, sentencia.

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